Una tarde sin nombre, ella entró al bosque nevado.
No era un bosque cualquiera, solo aparecía cuando las palabras huyen.
Llevaba puestos unos zapatos viejos que ocupó once años de su vida.
Eran lindos, pero le apretaban en sitios que le incomodaban demasiado.
Caminó entre raíces retorcidas y hojas que caían al revés.
Todo parecía recordar algo que ella ya no quería traer consigo.
En el centro del bosque encontró una banca.
Estaba vacía, llevaba esperándola un par de años.
Se sentó. No lloró. Ya lo había hecho todo antes.
Sacó una cajita de su cartera. Dentro, había pequeñas cosas:
la última foto a medias,
un control roto de videojuegos,
un boleto a Chile,
una piedra negra que pesaba,
una pequeña hoja arrugada con el diagnóstico que no tuvo voz
y una miniatura de una casa, sin luces.
Cada objeto era un fragmento que dolió, que faltó y que finalmente decidió dejar ir.
Sin ceremonia, enterró la caja bajo la banca.
Usó solo las manos. No quiso que nada metálico tocara esa tierra.
Se quitó los zapatos con torpeza, como si le quemaran.
Y debajo de ellos, colocó un secreto que no pronunciaría más.
Solo dos almas lo saben.
Luego, sin mirar atrás, comenzó a andar descalza.
En el cielo flotaban letras sueltas:
“Cómo acaba, cómo acaba…”.
Ella sonrió. Fue su despedida.
Y se alejó.
En el séptimo junio.
El último.
O quizás no.
Porque a veces, todavía, sueña que alguien recoge los zapatos, los limpia, y se los pone.
Pero ya no son de ella.
Ha reaparecido tu figura andante
y tu fuerza desdichada
en los caminos secos de mi tortuoso duelo.
Y he sentido intenso el olor de tu perfume
que ha vencido al petricor
de mis lágrimas tocando al suelo.
"¡He vuelto!" - me grita impulsivo un recuerdo
"¿Por qué hoy?" - me quejo en desacuerdo
"Hemos sanado..." - decreta un suspiro al final.
*****
Últimamente, he pensado en usted. No con nostalgia punzante, ni con esas ganas de volver que a veces se disfrazan de ternura. Lo he pensado como se piensa en un libro leído hace tiempo: recordando pasajes sueltos, más por lo que me hicieron sentir que por lo que realmente decían.
Quizás echo de menos la emoción que traía con usted. Esa forma en que mi pecho se alborota cuando está emocionado. Las primeras citas improvisadas, las sonrisas tontas mientras ves profundo a los ojos, los tacos helados por no comerlos rápido, las pláticas de extra tiempo en el parqueo por no querer despedirse, el suspiro profundo cerca de un oído cuando el abrazo encuentra acomodo...
Y ahí lo noto: Extraño a esa versión de mí. La que se emociona, la que se pone nerviosa y se ríe por todo, la que siente que tanto deseo no le cabe en el pecho inflado de amor, que escribe historias de sus detalles favoritos en el día, que espera a los 70 años recordar con un libro lleno de anécdotas todo lo que implica tu maravillosa existencia. Extraño sentir que todo puede ser una escena de película, con "Tarde" de Siddhartha de fondo, mientras el viento me mueve el cabello en un road trip.
Ya no hay refugio en la calma; la he habitado, la he entendido, incluso la venero. Pero ahora, aunque a veces parezca difícil soltar lo quieto, he dejado la puerta entreabierta. No por nostalgia, sino por deseo: por si el viento trae una chispa y me encuentra sin avisar.
Hablaron poco ese primer día. Las palabras eran tímidas, pero los silencios se inclinaban el uno hacia el otro, como la naturaleza sobre el pavimento que busca al sol. Ella tenía una forma curiosa de mirarlo, como si estuviera viendo una película y adivinando el final. Una mirada analítica y perspicaz, que indagaba y conectaba con sus secretos. La primera capa: cautela con carisma magnético.
Volvieron a verse. Un café. Una caminata. Un silencio compartido que no pesaba. Y entonces, ella empezó a abrirse. Le habló de sus aficiones y de cómo aprendió a leer el mundo entre líneas. De una canción que solo escucha cuando está a punto de llorar. Cada palabra suya era una grieta en la madera, la muñeca brillante del interior cediendo, revelando otra más pequeña, más íntima. Fue otra capa: la margarita personal que se deshoja pétalo a pétalo al contar historias.
Una tarde, mientras ella hablaba, el sol le iluminó la cara y él pensó que ojalá la pudiera guardar así, ese instante, en una cápsula de tiempo que no la dejara huir, porque él ya lo presentía. Sabía que estaba abriendo puertas hacia habitaciones prohibidas, de las cuales uno siempre termina siendo retirado en contra de su voluntad.
La capa siguiente vino sin aviso en una noche con lluvia. Ella lo dejó entrar a su casa. No como se deja entrar a un visitante, sino como se invita a una parte de sí misma. Le mostró su biblioteca con libros subrayados, las figuritas de Spiderman sobre la repisa, el recuerdo de su abuelita paterna y el estrés postraumático. Se sentaron en el suelo, y con un par de cervezas vacías surgieron verdades recién nacidas:
—No me gusta que me esperen —dijo ella de repente.
—¿Por qué?
—Porque siempre acabo yéndome.
—Pienso que el amor es descubrir al otro. Pero me da miedo que alguien me descubra a mí. Porque una vez que sabes quién soy… no puedo volver a esconderme.
Y entonces, él la miró. Como se mira una herida que no pide cura, sino compañía. "No tienes que esconderte", susurró. Ella sonrió. Una sonrisa triste, como de despedida prematura.
Días después, fue él quien la encontró ausente. No de cuerpo, sino de alma. Estaba, pero no. Contestaba, pero con monosílabos. Le sonreía, pero con los dientes, no con los ojos. La muñeca de madera del fondo ya se había cerrado sobre sí misma. Y luego, simplemente, no volvió. No hubo cierre. Solo la ausencia como explicación. Él la buscó un tiempo hasta que entendió: ella era una muñeca que, al verse completamente desnuda, eligió volver a su caja.
Años después, él recibió una carta:
"A veces pienso que fui cobarde. Pero también pienso que algunas muñecas no están hechas para ser abiertas del todo. Gracias por haber llegado tan lejos. Gracias por no haber forzado la última capa. Aún estoy aprendiendo. Te dejo esta carta como testigo de que una vez fui tuya, aunque solo por un instante."
Él no respondió. Guardó la carta como la última pieza de la matrioshka.
Había previsto esta situación en los siete escenarios que imaginé alrededor de ti, de mí y de lo nuestro. Sinceramente había anticipado lo que ocurriría cuando este día por fin llegara. Pero incluso así fui incapaz de soportar el dolor.
Disimulé una sonrisa amistosa y traté de empañar en mi mente el recuerdo de tu cara de deseo y agitación en el pasado. De olvidar lo que juntos hicimos alguna vez, a escondidas del mundo entero. Y sin quererlo me convertí en tu cómplice en mi propio asesinato.
Te vi y me viste. Y en unos veinte segundos la vida se detuvo, después de las 4883 horas en las que tus ojos chiquitos de pestañas coquetas habían dejado de encontrarse con los míos. Y esos veinte segundos me duraron un suplicio entero.
No sé cómo me voy a recuperar de algo que pensé que no me iba a doblegar. Pero definitivamente aún quedan los rastros de tu pintura cósmica en mi cuerpo y en mi corazón. Voy a guardarme tus chistes inocentes y tu sonrisa foránea en el alma, y te agradezco en el fondo de mi corazón que me hayas recordado que sigo viva y sintiendo con intensidad. Gracias por los saltos cuánticos a la eternidad.
En otro plano, estoy recostada sobre tu hombro, en la cómoda tela de tu buzo. En esa dimensión puedo colocarme frente a ti y ver tus ojitos brillosos sin que me estorbe un intermediario digital. Puedo sonreír nerviosa y sentir el cosquilleo en mí cuando hacemos contacto visual.
En ese plano no tengo necesidad de imaginar cómo se siente acariciar tu cabello y rozar tu nariz con la mía. Puedo escuchar claramente el tono de voz suave cuando me cuentas los retos de tu día y puedo observar con nitidez la sonrisa que esbozas cuando te hago un cumplido inesperado. Puedo verte nervioso y puedo sentirlo vívidamente.
En ese plano puedo besar tus labios, los que tanto he saboreado con imaginación cuando te veo en la pantalla. En ese plano también podemos rozarnos la piel con el deseo que tanto hemos cultivado y por fin puedo hacer realidad las fantasías que alguna vez describimos con entusiasmo.
Y nada. En ese otro plano existimos vos y yo, cerquita. Tal cual como existimos en nuestro plano actual. Con la única diferencia que en el plano imaginario todo se vuelve eterno, y nos asegura que no va desvanecerse en el plano material de la realidad.
Te voy a seguir guardando así, incluso con esta despedida: Gracias por todo lo compartido hasta aquí. En este viaje cósmico, coincidir contigo ha sido especial... un salto cuántico a Urano.
El cielo despejado comenzó a tener neblina. Pasó una señorita vestida totalmente de negro limpiando a mi alrededor. Pero ya no había nada, no sé qué limpiaba.
Emprendí el camino, me sentía desconocida. Tuve que tocarme el rostro varias veces para recordar que soy una persona real.
Comencé a tener miedo. No había nadie alrededor, pero me sentía perseguida. Creo que era la lluvia. En el retrovisor veía como las gotas empañaban el vidrio trasero, pero adelante no necesitaba el limpiaparabrisas. Solo me acosaba por detrás.
Llegué a la calle infinita. Un gato comía los restos de un animal. No pude mirar bien porque de repente un auto me pitó por detrás. Que me diera prisa, traté de no aplastar al gato.
Llegué al redondel, sentí más miedo. Quisiera que un carro me estrellara para despertarme, para sentir que soy real. Aceleré, pero mi cerebro dice que tenga cuidado. Que hay que girar a la derecha cerca de la San Martín.
¿Soy real? Me toco la cara otra vez para comprobar. Una moto aparece detrás. Acelera. Mi corazón también. Me siento perseguida.
Me siento triste. Otra vez siento que todo es un sueño. Ni siquiera una pesadilla. Solo un sueño raro. ¿Por qué sigo aquí? Estoy bien, pero me siento rara. ¿Soy real?
Sus pestañas dormilonas
El brillito de la pantalla sobre su nariz
Su sonrisa nerviosa
Lo apetecible de sus labios
Sus ojos en blanco cuando quiere evadir algo
La forma coqueta en que dice mi nombre
Su encanto al saludar al mundo
El acento cálido y agradable para mis oídos
Sus historias improvisadas
Lo que siento con su voz
Su empática sensibilidad
La habilidad que tiene de notar detalles
La habilidad que tiene de olvidar detalles
Sus mensajes para mantener el contacto
Las ganas de acortar distancia
Su inteligencia uraniana
La manera en que mantiene mi atención
Sus chistes inesperadamente predecibles
La manera bonita en que me hace reír
Las ganas que me dieron de escribir esto...
Sé quién es él.
Él no lo sabe.
Y supongo está bien así.
Perdón por priorizar el orgullo antes que nuestra despedida. Por darle importancia a las cosas banales, que en la actualidad ya no existen, como tú.
Aún recuerdo el rosado de tus mejillas y los ojos brillosos que me miraban con cariño. Fueron más grandes las excusas que los momentos que compartimos, pero quedaron en mi alma casi tan indestructibles como tu cajita de girasoles que aún conservo.
Contigo aprendí que el tiempo valioso no se mide en cantidad, sino en la profundidad del amor que puedas expresar en él. Gracias por todo el cariño que me brindaste con tus cuidados, por la sonrisa callada cómplice de mis comentarios. Recuerdo con mucha felicidad mis visitas a tu morada.
Y a un lado de la cama, también se encuentra la fotografía que retrata una mediana edad. Con su mirada inocente y ocultando los años que aún le faltaban por vivir. Ahora está sobre el teclado con el que le cantaba canciones inventadas.
Contigo aprendí que para sentirse en compañía también basta el silencio. Que el lenguaje de amor va más allá de las palabras o el idioma compartido. Gracias por tu apoyo en mis momentos tristes, por estar para mí cuando lo necesitaba y cuando nadie más estaba. Recuerdo con mucha nostalgia tu dulce apariencia cuando dormías y la felicidad que me dabas.
Siempre te voy a recordar, con todo mi corazón, hasta el último suspiro de mi existencia. Gracias y perdón por todo.
Sos un domingo de cine, palomitas y pláticas felices. Sos los días de descanso dándonos besitos de nariz con música de Alex Ferreira de fondo. Las risas cómplices de los Tik Toks bajeros y los memes hirientes. Me deja sin aliento el privilegio de verte sonreír y que sea junto a mí y por mí. Eliminaste viejas culpas e inseguridades, le trajiste un sabor fresco de coco a mi pasado que dejó un gusto agridulce.
¿Habré pasado ya las pruebas necesarias para traerte hasta mí y ganar tu compañía hasta el final de mis días? Conviertes los días lluviosos de mi alma en ríos perfectos para navegar barcos de papel. Me haces soñar en futuros cercanos: una casa de campo y vacaciones en Machu Picchu. Sos luna de miel eterna, quédate conmigo hasta que el último suspiro de vida se escape de mi cuerpo.
Contigo los días en la comodidad de casa o los días en el ajetreo de la calle son igual de placenteros. Das paz a mi espíritu y coraje a mis decisiones. Amo tu personalidad hogareña con pizcas de aventura y riesgo. Sos la combinación perfecta de quietud y agitación. Me llenas de vitalidad con tu energía de vivir, apagas mis miedos antes de dormir y llenas de optimismo cada nuevo amanecer.
Gracias por tu apoyo en mis días tristes, tu abrazo en el silencio da refugio a mi tristeza. Gracias por tu interés constante, por indagar sobre mis sueños y aspiraciones, y acompañarlos hasta la línea de arranque. Gracias por acompañar mis hobbies y ser mi mayor fan en las tonterías de mis performances capricornianas. Soy el aire que enciende tu fuego y nos mantiene calientitos.
Tus besos son agua fresca que sacia mi sed, tus manos son el motor que enciende mis pasiones. La dulzura con la que tocas cada rincón de mi cuerpo estremece todo mi ser. Quiero seguir despertando con las cosquillas de tus dedos de los pies sobre los míos. Con tus pestañas abanicando mi rostro cuando estás cerquita de mí: "Buenos días, mi solecito".
Sos el arrullo de una canción de amor en mis audífonos, un bolero que me inspira el suspiro. El lienzo donde dibujo mis mayores sueños y el pincel con el que pinto mis coloridos textos de amor. Sos mi musa y mi arte, el punto de fuga donde se entrecruzan todos los caminos de la felicidad. Sos cielo y suelo, fantasía y realidad. El beso dulce de tu boca en las mañanas al despertar.
Sos mi casa y mi familia. Las ganas de descansar viendo Netflix y lavar nuestros trastes después de la cena. Sos la pared vacía que juntos decoramos con nuestras huellas de amor y compañía. Las navidades en familia y las vacaciones de semana santa en el ranchito de occidente. Los besos al atardecer con la brisa del mar acariciandonos, las ganas de quedarnos para siempre en nuestra quietud.
Contigo he encontrado la felicidad que deseaba, de saberme libre en todos los aspectos de mi vida, pero acompañando esa libertad con tu presencia. Me haces planificar un futuro, pero disfrutando también del azar en las sorpresas que me das. ¿Cómo es que somos tal para cuál? ¿Cómo es que te he encontrado en este inmenso mar llamado vida? Sos mi pirata favorito. ¡Ahoy!
Llegaste de forma inesperada y extraña, pero quiero seguir teniendo tu sonrisa como impulso y acariciar tu cabello ondulado mientras llega la noche y nos despedimos de otro día juntos. Sos todo lo que he manifestado y ahora está aquí. Un día lo escribí en un pequeño blog, luego de verte claramente en un sueño. Y un día leí todo lo que sabía de ti, antes de por fin conocerte. Porque lo que está destinado a ser, llegará por fin en el momento indicado. Lo que era desierto, será un acierto...
Varias horas de viaje y cientos de kilómetros separan cualquier intención de posteridad, pero nada de eso importa. Definitivamente te estoy idealizando sin conocerte aún, pero no sé cómo evitarlo. Contigo todo se siente vívido, como si toda mi experiencia previa nunca hubiera existido antes de ti. Y no me importa nada esta intensidad, quiero pilotear esta nave aunque estrellarme fuese un posible final.
Creo que cuando nos encontremos, nos sentiremos libres y cómodos. No habrá problema con apresurar besos y sentires. Seremos hogar para ambos y sentiremos que nos conocemos desde mucho antes. Todo lo nuevo y diferente, las ganas de explorarnos y encontrarnos será fácil. La dulzura y la fuerza que pueden combinarse en un encuentro, el saborear cada rincón de nuestros besos.
No hay más sincronía que la que nos cruzó por casualidad. No sabía que se podía sentir tanto por alguien en tan poco tiempo, jamás me había sentido plena como lo sensación que tengo contigo. Sé que sos la mejor experiencia que he tenido en mis tres décadas. Nada se compara contigo.
¿Estoy exagerando? Puede ser. Pero en definitiva podría intercambiar sin dudar todo lo que ya viví con otros por más tiempo contigo. Puedo irme de este espacio y ser forastera en otros lares. Escuchando un acento marcado contándome de sus ex amores mientras le cuento de mis desventuras.
Agradezco la oportunidad de coincidir, que no tengamos claro cómo pasó todo, pero que ambos estemos disfrutando este privilegio. Voy a aprovechar cada minuto que pueda gozar de tu compañía, aunque esto pudiera estar condenado al estancamiento o el fin. Me encantas. En serio me encantas. Y sé que lo sabremos cuando estemos frente a frente.
Llevo tres años sintiéndome mediocre, recogiendo las migajas de lo útil que me sentí alguna vez. Todavía no se me quita el pensamiento de pesadez y molestia cuando despierto: "¿Tengo que enfrentar otro día más?".
Todos los días me hago la promesa de que el día siguiente será aprovechado, me prometo levantarme temprano y hacer cosas que me vuelvan a hacer sentir bien. Pero son las 02:35pm y sigo en la cama, no pruebo ni un bocado en todo el día, finjo que el ejercicio del gimnasio está funcionando y que por eso estoy bajando de peso.
Salgo un momento de casa por las noches, manejo 10 minutos de ida hacia el lugar donde "libero estrés", es una distracción más. De regreso a casa pienso por unos segundos en qué pasaría si sobrepaso los 100km/h que manejo sobre la carretera. Quiero cerrar los ojos y que el golpe del parabrisas me reinicie la vida en otra época, tal vez ya no me siento como ahora.
Me he alimentado de otros cuerpos para sentirme deseada, para lidiar con las pulsiones. He disuelto vínculos sinceros que me pretendían. Me alejé de mi terapeuta con la excusa de escasez. He ahogado algunas penas al escribir, he soñado escenarios alentadores.
Trato de que nadie vea el sentir detrás de la cámara de mi celular en la selfie motivadora frente al espejo. No tengo ganas de llorar, tengo meses de no hacerlo, pero no siento que la vida valga lo suficiente. Ya no quiero hacer nada, quisiera que hubiera un método para irte sin que la despedida sea mala para la gente que te quiere. Y no hay ninguna persona con la que pueda hablar sinceramente de esto sin que me dé el sermón de resiliencia.
He creado una vida artificial que me mantiene conectada a este presente, pero sin ganas de un futuro. Quiero estar en medio de la nada y que un rayo fulminante aterrice sobre mi sien. Quiero caminar por la calle y que un imprudente me desvanezca de la tierra. Quiero podrirme por dentro y que esa podredumbre termine con mi pesar.
Vida, me has conocido desde siempre y ahora tengo que decirte que debes buscar un mejor anfitrión. El dolor de estómago por el hambre a veces se confunde con el dolor que siento en el pecho.
Un día el dolor me confrontará otra tarde solitaria y no tendré la fuerza para rechazarlo. Si eso pasa y alguien lee este relato, quiero que sepan que siempre me sentí querida por mis amistades y mi familia. Mis tiempos tristes mejoraron mucho. Pero no sé qué pasó, no le di el seguimiento a lo que crecía en mi mente y ahora ya no sé cómo lidiar con esto. Al final siempre vas a ser inútil y la gente que crees que te quiere o te valora siempre te va a cambiar por alguien mejor.
Me gusta el aire de novedad que le trajiste a mi vida, la forma tan extraña en la que nos conocimos, las primeras palabras que dijiste y que me hicieron reír. Llevaba un tiempo forzandome a ignorar lo que me dolía y fingiendo una sonrisa en las redes sociales, pero tus palabras genuinamente me devolvieron las ganas de sonreír.
Me gustan tus aficiones y tu profesión, encontrar similitud contigo en lo que fui y en lo que soy ahora. Me recuerdas mucho a los sueños que tenía de niña, pero vos los transformaste en realidad para ti. Me gusta que aunque estudiemos la mente, vos te vayas por el lado que yo no escogí transitar. Sos valiente y determinado, valores que a veces a mí me faltan.
Me gusta tu barba y tu sonrisa, la forma en que adornan tu rostro amable, y cómo te da igual la manera en que tu cabello desentona con tu traje de negocios. Tu perfume es adictivo y me encanta cuando te acercas y puedo sentir tu olor y tu calor corporal. Hago un esfuerzo por disimular el deseo que me provocas, pero es inevitable engañarte. Lo sabes desde el primer día en que nos vimos.
Me gusta el febrero que nos concedimos como excusa de amistad, las experiencias nuevas que repetimos en marzo y que me volvieron loca. La sensación de tus besos y la suavidad de tus manos. Tu dulce forma de preguntar si todo estaba yendo bien, tu preocupación por pagar el ticket del parqueo del hotel. Tu "avísame cuando estés en casa" con tu beso de despedida.
Me gustan nuestras videollamadas, los besos que me mandas a través de la pantalla. El esfuerzo que haces para mantener el contacto, tus mensajes puntuales cuando salgo de mis ocupaciones. Me gustan los videos de las vistas nocturnas en restaurantes de tu ciudad que me compartes desde que sabes mi afición por las lucecitas. Las fotos random de tu sonrisa deseandome un día lleno de felicidad y amor. Tu leve ansiedad cuando demoro en contestar.
Me gustan nuestras charlas de filosofía, de política, de fútbol, de videojuegos, de cocina. Me gusta tu compatibilidad con mi signo zodiacal, que respetes mis gustos y que te intereses por mis aficiones. El tiempo que compartimos nunca ha sido una pérdida, las horas escuchando tu voz siempre han sido mágicas. No puedo quejarme de cuánto me has hecho crecer en estos meses.
Sin embargo, aunque me guste todo esto, no estoy segura de si me gustas tú y más conflictivo aún, de que me guste yo misma contigo. Y esto no tiene nada que ver con la sensación magnífica que me provocas, ni con la felicidad que le brinda tu compañía a mi aburrida existencia. Es la duda latente que atraviesa mi mente y la atormenta. ¿Serás vos lo que el oráculo me dijo alguna vez o simplemente estás sanando a mi corazón por un tiempo?
No puedo garantizarte la respuesta y me molesta mucho no poder hacerlo. Eres lo que hasta este día me ha mantenido a flote, pero no mereces ser ese salvavidas. No quiero hundirme, pero yo misma puedo estar siendo un ancla para ti. Y no me gusta eso, no me gusta la sensación de llevar a tocar fondo a otra persona, tal como me lo hicieron a mí. Y aunque después de la tormenta viene la calma, no quiero que tengas esperanzas en un arcoiris que tal vez no vendrá.
Y entonces, si luego de esto decides marcharte, no estaría en contra más bien es lo que prefiero. Pero si decides quedarte, quiero que tengas claro a lo que te expones. Estamos condenados a vivir ciclos que se repiten y lo que para vos puede ser un comienzo, para mí puede ser tan solo un lento final.
Es el peor momento de mi vida y a la vez la mejor etapa de mi existencia.
Hoy te soñé en una fecha importante, pude abrazarte y saludarte. Por un momento fue como si nunca hubiese pasado el tiempo entre nosotros... Lo bueno de los sueños lúcidos.
Pero a medio sueño caí en la cuenta de que eso no era real y que la sensación de comodidad y felicidad solo era parte de lo que mi mente quería crear para darme paz... Lo malo de los sueños lúcidos.
Entonces recordé todo lo que ha pasado desde que te marchaste. Las aventuras que he tenido, la felicidad que he encontrado. Vi pasar los enamoramientos fugaces que he sufrido y mi capacidad para romper corazones también.
Y en días como hoy, me gusta pasear la cajita de recuerdos que guardo en mi mente. Me gusta verte dormido o peleando con escuadrones. Sentir la conexión que nos unía y que pintaba todo para lo eterno.
Así también me gusta desempolvar nuestras diferencias. Recordar que lejos ambos somos más felices y más reales. Me gusta exponerme las conquistas y metas que en meses he logrado, versus a los años en los que solo existí para alguien más.
Y ahí es donde entiendo: Es el peor momento de mi vida y a la vez, la mejor etapa de mi existencia.
La vida te abraza, la brisa de la naturaleza contempla tu paz, la luz del sol te sonríe. ¿Sientes el amor en tu pecho? ¿Te visualizas a ti? Se fueron los tiempos oscuros de incertidumbre y abandono. Ya no hay espacio para los reproches ni la pérdida de tiempo en bolsillos rotos.
Yo te esperaba con ansias, detrás del vidrio empañado por las lluvias del frío invierno. Aquellos octubres de huracanes intempestivos no volverán más, me traes ahora octubres de piscuchas y vientos de esperanza. Sos brisa fresca que acaricia el rostro, sos el olor a infancia y la sensación de familiaridad.
Jamás te había sentido como hoy. Estiro por fin mis brazos y puedo sentir tu calidez al corresponderme. Me sonrío cuando soy consciente de la fortuna que tengo por estar contigo. Ha costado hallarte y hoy me doy cuenta de que no hay nadie que me haga sentir esta serenidad y optimismo que me transmites en el aquí y el ahora. Déjame empaparme de este instante, que el mañana no sea mejor que el hoy.
Puedo sentir tus latidos con fuerza palpitando de alegría, ver las comisuras de tus labios corriendo hacia los extremos y el brillo de tus ojos delatando tu curiosidad. ¿Alguna vez esta sensación te fue familiar? ¿Fuiste consciente de lo valioso de este instante? Quiero que te quedes, esta noche, mañana, la efímera vida. No importa cuánto tiempo sea, pero anida por favor en este espacio que he dedicado para ti.
Aprovéchate de este momento. Engaña para siempre al dolor y encierralo en una jaula. Finge que la llave no existe. No dudes ni siquiera un poco; esto es lo mejor que puedes hacer. Aprovecha el amor que por fin encontré en ti. No dejes que se vuelva un espejismo, no me hagas dudar de su autenticidad. Esto no debe ser un simulacro, ni una obra puesta en escena. Aunque podrías ser el guion que necesito internalizar para siempre. Tercera llamada y definitiva.
Ya no quiero disimularte, ni ocultarte, ni difuminarte. Quiero presumir tu compañía, quiero que el mundo entienda por qué ahora guías mis pasos y cuidas mis decisiones. Me faltabas tú en la vida, me faltaba hundirme en tus deseos y permitir que tu corazón gobernara.
Un breve silencio acompañó a Sofía. Tenía miedo de responder con la frase que tantas veces la lastimó en el pasado. Palabras que para ella son huecas si faltan hechos.
"Yo... no quiero que te vayas nunca", remató ella. Es lo mejor que supo decir.
Me contó un secreto entre sonrisas y sarcasmo, me pidió esconderlo entre mis pensamientos y no revelarlo jamás. Accedí pronto al ver su entusiasmo y su emoción, no entendía qué pasaba pero me gustaba su espontaneidad. Tomé sus manos tibias para hacerle la promesa de no fallar a su secreto y noté una vez más las señales de ansiedad en las cutículas de sus uñas. No juzgué, era un detalle peculiar de sus manías y me hizo recordar su vulnerabilidad.
Nunca entendí por qué se subestimaba a menudo y por qué infravaloraba sus capacidades. Habían tantas cosas por lograr y tantos miedos que lo saboteaban. Yo estaba muy orgullosa de cómo iba creciendo poco a poco. De la autoconfianza y la determinación con la que abordaba sus pasiones. Me quedé observando fotografías de sus logros que deambulaban en mi mente.
Rompió el momento de mi observación con un chiste tonto que me hizo esbozar una sonrisa, tenía la particularidad de decir algo gracioso en los momentos menos esperados. Y yo había aprendido a descifrar su humor y a acompañar su ingenio. Los mejores momentos siempre se habían dado cuando él se reía de sus propios chistes y cuando valoraba sus talentos escondidos para la comedia incomprendida. Se mostraba su sonrisa natural.
Su sonrisa de las fotos era mala, hubo pocas estampas que reflejaran fielmente el poder de su sonrisa verdadera. A veces la sonrisa legítima se manifestaba con otras personas del mundo, pero me encantaba estar ahí para reconocerla. Había cierta luz que iluminaba los días difíciles. Varios días difíciles.
Recuerdo una noche difícil en concreto, su cuerpo había dejado de tolerar cualquier elemento externo. Vació de repente todo el dolor en un líquido particular que bañó el piso de la sala. Fue la primera vez que recogí sin mala cara el desastre de una tercera persona y su incomodidad frente a la escena me parecía tierna. No fue una molestia para mí, fue en realidad un esbozo de mi capacidad de amar. Porque sin pensarlo lo amé desde el día cero, con un rompecabezas que encajó en el mes doce.
Doce minutos han pasado desde que vino su recuerdo. Un cover acústico de "The Winner Takes it All" me da el ambiente nostálgico de fondo. No sé si son las lágrimas las que nublan mi visión o si comienza a desvanecerse su presencia. Antes que se vaya quiero despedirme.
Me acerco a la poca luz que se refleja en su presencia. Lo abrazo y le agradezco todo lo vivido. Lo recuesto en mi regazo y masajeo delicadamente su espalda como solía gustarle. "Todo estará bien" le susurro. Su yo del pasado me sonríe y me agradece, mi yo del presente le sonríe también. "No te preocupes, guardaré tu secreto", le digo.
Se refractó esta luz y cambió la oscuridad a color.
No me gustan los períodos de euforia y de sentirme bien porque luego tengo días como este donde quisiera no haber despertado o salir a la calle y que me atropelle un carro y morirme sin más. Me huele a podrido la vida en la que estoy, me está resultando difícil aparentar a esta persona feliz y su eterna performance.
¿De qué vale complacer los gustos o las necesidades de las demás personas? Solo te usan y luego no les importa romperte el alma. No les importa todo lo que te costó levantarte del fango, todo el esfuerzo y las lágrimas que lloraste para estar bien de nuevo. No. Te vuelven a pisotear y ahora te dejan en arenas movedizas. Sintiendo todavía más asco por ti misma que antes.
¿Qué más da? Ya no hay nada que salvar de esa vida mediocre. Todo lo malo que dejas que te pase tiene en su raíz tu profunda incapacidad de ser real. Y tu eterna cobardía para hacer lo que te puede liberar de esto. Escríbelo y déjalo salir. Que de algo sirva tu playlist estúpida de fondo.
¿Vas a tomar valor algún día para hacerlo? Tal vez sí. El terapeuta te aconseja alejar esos pensamientos y de verdad lo intentas, pero te hacen mucho ruido en la cabeza. Lo ves más cerca cada vez que te separas de lo que debes aparentar ser.
El día que lo haga, vas a encontrar debajo de mi cama una carta de despedida. Tal como un día te lo dije, siempre he previsto dejar todo claro. Por última vez.
























