He tratado de armarme de valor para decirte lo que pasa contigo y conmigo. Nunca he sido buena en esto de expresar lo que siento y menos cuando te tengo cerca y tus ojos brillosos me miran de forma coqueta. He decidido escribirte y que las letras en conjunción con mi ansiedad quizás puedan darte claridad.

Me gusta el aire de novedad que le trajiste a mi vida, la forma tan extraña en la que nos conocimos, las primeras palabras que dijiste y que me hicieron reír. Llevaba un tiempo forzandome a ignorar lo que me dolía y fingiendo una sonrisa en las redes sociales, pero tus palabras genuinamente me devolvieron las ganas de sonreír.

Me gustan tus aficiones y tu profesión, encontrar similitud contigo en lo que fui y en lo que soy ahora. Me recuerdas mucho a los sueños que tenía de niña, pero vos los transformaste en realidad para ti. Me gusta que aunque estudiemos la mente, vos te vayas por el lado que yo no escogí transitar. Sos valiente y determinado, valores que a veces a mí me faltan.

Me gusta tu barba y tu sonrisa, la forma en que adornan tu rostro amable, y cómo te da igual la manera en que tu cabello desentona con tu traje de negocios. Tu perfume es adictivo y me encanta cuando te acercas y puedo sentir tu olor y tu calor corporal. Hago un esfuerzo por disimular el deseo que me provocas, pero es inevitable engañarte. Lo sabes desde el primer día en que nos vimos.

Me gusta el febrero que nos concedimos como excusa de amistad, las experiencias nuevas que repetimos en marzo y que me volvieron loca. La sensación de tus besos y la suavidad de tus manos. Tu dulce forma de preguntar si todo estaba yendo bien, tu preocupación por pagar el ticket del parqueo del hotel. Tu "avísame cuando estés en casa" con tu beso de despedida.

Me gustan nuestras videollamadas, los besos que me mandas a través de la pantalla. El esfuerzo que haces para mantener el contacto, tus mensajes puntuales cuando salgo de mis ocupaciones. Me gustan los videos de las vistas nocturnas en restaurantes de tu ciudad que me compartes desde que sabes mi afición por las lucecitas. Las fotos random de tu sonrisa deseandome un día lleno de felicidad y amor. Tu leve ansiedad cuando demoro en contestar.

Me gustan nuestras charlas de filosofía, de política, de fútbol, de videojuegos, de cocina. Me gusta tu compatibilidad con mi signo zodiacal, que respetes mis gustos y que te intereses por mis aficiones. El tiempo que compartimos nunca ha sido una pérdida, las horas escuchando tu voz siempre han sido mágicas. No puedo quejarme de cuánto me has hecho crecer en estos meses.

Sin embargo, aunque me guste todo esto, no estoy segura de si me gustas tú y más conflictivo aún, de que me guste yo misma contigo. Y esto no tiene nada que ver con la sensación magnífica que me provocas, ni con la felicidad que le brinda tu compañía a mi aburrida existencia. Es la duda latente que atraviesa mi mente y la atormenta. ¿Serás vos lo que el oráculo me dijo alguna vez o simplemente estás sanando a mi corazón por un tiempo?

No puedo garantizarte la respuesta y me molesta mucho no poder hacerlo. Eres lo que hasta este día me ha mantenido a flote, pero no mereces ser ese salvavidas. No quiero hundirme, pero yo misma puedo estar siendo un ancla para ti. Y no me gusta eso, no me gusta la sensación de llevar a tocar fondo a otra persona, tal como me lo hicieron a mí. Y aunque después de la tormenta viene la calma, no quiero que tengas esperanzas en un arcoiris que tal vez no vendrá.

Y entonces, si luego de esto decides marcharte, no estaría en contra más bien es lo que prefiero. Pero si decides quedarte, quiero que tengas claro a lo que te expones. Estamos condenados a vivir ciclos que se repiten y lo que para vos puede ser un comienzo, para mí puede ser tan solo un lento final. 



Leave a Reply