Las nubes grises del día nublan la visión, pero aclaran mi mente. De fondo escucho la playlist repetitiva del lugar de comida rápida donde decidí tomar el almuerzo. El día corre más fluido desde que me obligué a no pensar en ti. Dejé de recordar las vacaciones eternas en tu mundo despreocupado.

Este día añoré volver a probar tus labios, que recuerdo muy poco, por reprimirlos de mi existir como un mecanismo de defensa. Recordé tu cabello castaño moviéndose con la brisa del mar y como la luz del atardecer se colaba entre las arrugas alrededor de tus ojos brillosos. A tus veintes. Tan intempestivo como tú en mi vida.


Hoy no pienso dedicarte tantas palabras. He escrito este texto en medio de la pausa del trabajo. El que compartimos juntos, como colegas y amantes. Dónde solíamos fingir no conocernos, no desearnos. Donde tus manos disimulaban el tacto entre las mías cuando nos encontrábamos entre tanta compañía.

Hoy quise de nuevo videollamarte por la noche. Ver el brillo de la pantalla sobre tus ojos y visualizar tu risa nerviosa cuando destaco lo linda que se ve tu marca de nacimiento en el ojo derecho. "Como Sabo", dijiste. "Sí, igual de lindo. Apasionado como vos", dije. Reímos. ¿Qué fue de aquello?

"No pasa nada", la frase de siempre, martillando. Tuvieron que pasar estos meses sin ti para entenderlo todo. Pero hoy, desde el lugar de comida rápida del que estoy aburrida de frecuentar, decidí por fin dejarte. Y sí, irónicamente solo suelo irme de los lugares donde de verdad quiero estar.

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