En otro plano, estoy recostada sobre tu hombro, en la cómoda tela de tu buzo. En esa dimensión puedo colocarme frente a ti y ver tus ojitos brillosos sin que me estorbe un intermediario digital. Puedo sonreír nerviosa y sentir el cosquilleo en mí cuando hacemos contacto visual.
En ese plano no tengo necesidad de imaginar cómo se siente acariciar tu cabello y rozar tu nariz con la mía. Puedo escuchar claramente el tono de voz suave cuando me cuentas los retos de tu día y puedo observar con nitidez la sonrisa que esbozas cuando te hago un cumplido inesperado. Puedo verte nervioso y puedo sentirlo vívidamente.
En ese plano puedo besar tus labios, los que tanto he saboreado con imaginación cuando te veo en la pantalla. En ese plano también podemos rozarnos la piel con el deseo que tanto hemos cultivado y por fin puedo hacer realidad las fantasías que alguna vez describimos con entusiasmo.
Y nada. En ese otro plano existimos vos y yo, cerquita. Tal cual como existimos en nuestro plano actual. Con la única diferencia que en el plano imaginario todo se vuelve eterno, y nos asegura que no va desvanecerse en el plano material de la realidad.
Te voy a seguir guardando así, incluso con esta despedida: Gracias por todo lo compartido hasta aquí. En este viaje cósmico, coincidir contigo ha sido especial... un salto cuántico a Urano.
