"Buenos días. Gracias por escucharme ayer y darme la calma que necesitaba" - lo despertó el mensaje a las 9:04 a.m.

Raúl tenía un día agitado nuevamente, pero ese mensaje le generó una sonrisa estúpida y relajada frente al celular. Por momentos lo que estaba viviendo desde hace un par de semanas le parecía una burda ilusión. No sabía si era un espejismo o si de verdad era una fuente de vida en medio de la incansable sed de romanticismo.

Llevaba casi dos lustros manteniendo a Sofía como su amor platónico y ella también. Ambos tuvieron química desde el comienzo, cuando se encontraron al azar por gustos en común, pero jamás habían coincidido en el "momento adecuado". Siempre tenían a alguien en sus vidas, compromisos y exclusividad con otras personas.

Sin embargo, a partir de ese otoño las cosas estaban siendo diferentes. Todo comenzó con una inocente notificación de Snapchat. A Raúl le pareció extraño ver un usuario nuevo creado por Sofi y supo que algo diferente estaba aconteciendo. Por lo que decidió escribirle después de varios meses sin novedades.

Como era usual entre ambos, la plática comenzaba con un emoji que solo ambos comprendían. Un emoji que ante un tercero se justificaría como equivocación o algo casual. Era una señal inocente para reconocer si no había "moros en la costa". Sofía contestó efusiva ante la provocación, era evidente que la conversación se abriría sin ningún problema.

"Beibiii" - contestó Sofía. Le añadió un corazón y una estrellita fugaz, pues las conversaciones sin emojis implican demasiada seriedad.

"Hola" - contestó él. "Te extrañaba"- escribió sin pensarlo mucho en un segundo renglón. Y con un emoji de corazón y una carita triste remató en un tercer renglón. Tres vibraciones seguidas alertarían a Sofi.

Ella detestaba que el celular le vibrara tanto cuando Raúl enviaba mensajes tan cortos en diferentes renglones, pero sabía que esa era la "marca" de él. Ella por el contrario, estaba acostumbrada a enviarle una sarta de ideas en párrafos que obligaban a Raúl a desbloquear el "leer más..." en WhatsApp. Sin embargo, ese día estaban en otra red social que no prioriza un lenguaje de textos.

Sofía envió entonces una fotografía de su mano izquierda, con el dedo anular vacío. 

"Necesito verte" - contestó Raúl.

"Puedo llegar a tu casa por la tarde, si te queda bien" - respondió ella.

"Te espero a las 3pm" - replicó tajante Raúl.

En ese momento la conversación no tuvo necesidad de continuar. Después de tanto tiempo ambos sentían un remolino interesante en su interior frente a la posibilidad de lo que pasaría más tarde, tenían que darse ese par de horas para procesarlo. La foto que había mandado Sofía era determinante. Por fin estaban coincidiendo y eso generaba tantas expectativas buenas y malas.

$6.38 marcaba el precio del Uber que Sofi estaba a punto de pedir. Estaba a 27 minutos del departamento de Raúl y ese múltiplo de nueve le generaba nerviosismo. Le dio aceptar y comenzó el viaje. "Voy en camino", escribió en WhatsApp.

Raúl estaba terminando de arreglar su sala cuando cayó la notificación. Usualmente su casa estaba ordenada cuando lo visitaba alguna mujer, pero en esta ocasión era diferente y quería que todo estuviera mucho más impecable. Sabía cómo Sofía solía leer entre líneas lo que observaba. No quería darle la impresión equivocada. Cuando terminó de arreglar el espacio notó que sus manos sudaban, ¿por qué se sentía tan nervioso?

El timbre sonó. La vibración coordinó con los latidos de ambos corazones. Una puerta separaba ambos cuerpos. El sonido de los pasos acercándose, activaron la respiración agitada de Sofía. La puerta se abrió y dejó al descubierto dos personas con ansias de verse.

Tres segundos se miraron, dos más tardaron sus cuerpos en por fin tocarse mediante un abrazo y más de un minuto duró el efusivo contacto derivado de la conjunción entre la distancia y el echarse de menos.

"Extrañaba tu olor" - dijo Sofi. Su voz estaba tensa y un poco entrecortada. Raúl lo supo interpretar bien y acercó sus labios a su oreja.

"Yo extrañaba todo de vos" - le susurró. Acto seguido posó sus labios con dulzura en un beso que se sintió en casa.

Como era de costumbre en sus escasos encuentros del pasado, Raúl sacó una manzana y su pequeña caja de metal. Le dio a Sofi los honores, pues sabía cuánto le gustaba preparar la manzana. En un instante todo estaba listo y comenzaron a ambientarse. Los cuerpos se comenzaron a sentir más relajados y el ambiente se nubló entre sonrisas.

Comenzaron suavemente a tocarse en el rostro, las yemas de los dedos activaban nervios que recorrían la sien. Sofía posó sus manos sobre el pecho de Raúl, el gimnasio se hizo notar y eso la excitó. Raúl entrelazó sus manos en el pequeño cuerpo de su deseo, la izquierda recorrió la cintura de Sofi mientras la derecha la aferraba con fuerza desde la espalda y afianzando el cuello con olor a rosas.
 
De un momento a otro pasaron al sofá cama. Los besos de Raúl eran dulces y profundos, los de Sofía dejaban pequeñas mordidas con sensualidad. La respiración de ambos generaban una melodía de deseo y excitación in crescendo... 

Sus manos comenzaron a buscar rincones extrañados. Sofía soltó un suspiro largo y ahogado cuando sintió la mano de Raúl en su entrepierna. Raúl soltó una sonrisa al sentir la humedad en su mano. Al mismo tiempo que las manos desesperadas de Sofía le soltaban la última prenda que tenían de impedimento entre ambos cuerpos y la unión que ansiaban.

Raúl entró en el cuerpo y el alma de Sofía. Ella lo recibió entregada completamente al momento y las sensaciones. Ambos vibraban de placer y euforia. La manzana potenció más el pecado, como en otrora actuó y marcó tentaciones. Ambos lo deseaban desde hace mucho y por fin se pudo concretar.

En reiteradas ocasiones se vieron a los ojos directamente, no tenían que decir nada pues en esos segundos que se veían fijamente la ternura lo decía todo. Eso excitaba mucho más a Sofía, sentía que con esa mirada mojaba mucho más y todo se sentía mejor. ¿Cuánto tiempo llevaba sin sentir el cuerpo de alguien más? ¿Dos meses, cinco meses? Da igual, nada antes de eso había sido como ese día, así que se sentía como si años hubieran pasado.

La respiración de Raúl se agitó más y comenzó a susurrar algo de forma entrecortada. Sofía había aprendido a descrifrar los movimientos y la respiración de Raúl, sabía que estaba en el punto más importante del momento. Sus uñas aferraron delicadamente la espalda de Raúl, apretó más la entrepierna y se sintió lista para dejar en libertad el deseo de él y de ella. Ella también comenzó a sentir una contracción en la pelvis, sincronizó su deseo debido a los sonidos de él. ¡Cómo la excitaba el sonido de su respiración y su voz ronca! Terminaron al unísono, fue tan dulce como placentero.

"Te amo", dijo Raúl.


Un breve silencio acompañó a Sofía. Tenía miedo de responder con la frase que tantas veces la lastimó en el pasado. Palabras que para ella son huecas si faltan hechos.


"Yo... no quiero que te vayas nunca", remató ella. Es lo mejor que supo decir.



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