El silencio me está matando, no puedo dormir. “¡Qué raro!”, me grita mi sarcasmo que suele aparecer en estas ocasiones. Trato de ignorar el comentario y me enfoco en un solo pensamiento: mañana es por fin el día, ¡MAÑANA LO ES!

El reloj marca las 11:42pm en este momento. No, acaba de cambiar a 11:43pm, como si la vida se empeña en demostrarme que nunca voy a tener razón en algo y que tal vez las cosas jamás serán como yo las quiero y las imagino… ¿Será así de cruel mañana?

Pienso en café a esta hora, siempre es lo único que me reconforta. “¿Cómo putas vas a beber café a esta hora? Deberías estar durmiendo para despertar radiante mañana.”, ahí está mi yo interno de nuevo, jodiéndome la vida con sus reproches mierda. Cuánto detesto al silencio por esto, me hace escuchar esa voz interior que me pudre la vida. Tal vez a partir de mañana ya no vuelva a estar en silencio por las noches, eso espero. Tal vez a partir de mañana la dulce voz que añoro charle conmigo hasta que me duerma, sonriendo.

No puedo dejar de pensar en mañana, creo que mejor me levantaré a practicar en el espejo todas las palabras que quiero decirle mirándola a los ojos por fin. En el chat no es lo mismo, ella no me ve sonreírle. Nunca ha visto las veces que una sola broma suya ha cambiado mis días grises, tampoco ha visto las incontables veces que me he quedado triste observando sus conversaciones viejas mientras pienso en alguna forma de iniciar una nueva. Nunca logro empezar un nuevo capítulo en el chat y ella nunca ha visto mi enojo por eso. Sin embargo, sabe que mañana podríamos encontrarnos en el evento, eso sí lo sabe. No sé si lo tenga tan presente como yo, pero lo sabe. ¿Estará nerviosa también?

Antes de que finalmente me recueste en la cama y trate de conciliar el sueño, verifico una vez más que todo esté listo para mañana. Soy bastante meticuloso siempre, sobre todo frente a acontecimientos importantes. Puse la alarma para que me despierte a las 9:09am, pues nunca me gustaron las alarmas con horarios redondeados o siguiendo un patrón de cuartos, medios o tercios de la hora. Me gustan mucho más las alarmas con horas específicas que te obligan a respetar el significado de los números. Los múltiplos de nueve siempre han sido mis favoritos para despertar.

Vagué por fantasías alrededor de una hora, lo sé porque ansioso observé mi reloj a la 01:13am. “Ya es el día” me dije a mí mismo, pero no, todavía no lo es. Aún sigo en mi cama y ella sin verme de frente. Cerré los ojos y me obligué a no abrirlos por más que quisiera, seguramente lograré engañar a Morfeo para que venga por mí. Oscuridad me invade el pensamiento. Oscuridad y las imágenes del perfil de Facebook de Camila. Sus fotos retocadas con Photoshop y con frases absurdas de canciones pop. Me voy desvaneciendo en esas imágenes.

Sonó por fin la alarma con esa canción que tanto disfrutaba antes, pero que ahora detesto. ¿Por qué carajos se me ocurrió ponerla como alguacil torturador de sueños cada mañana? No importa, ya es el día, ¡HOY LO ES!

“Something About Us” de Daft Punk suena mientras me alisto, la pongo en ‘repeat’ porque es el soundtrack perfecto para este día. “Hay algo sobre nosotros que quiero decirte, Camila”, practico mientras me rasuro la barba desprolija que cargo. Qué imbécil, casi me corto. Mejor dejo de fantasear, estoy a pocas horas de lograr lo que tanto he querido: hablar con Camila de nosotros. “Nosotros”, qué bien se oye.

Llegué temprano a la universidad, hay un evento deportivo y Camila jugará en un equipo de fútbol más tarde. Detesto estos eventos, hay tantas personas a mi alrededor y me hacen sentir más solo y miserable. No importa, más tarde veré a Camila y su sonrisa me hará bonita compañía.

Han pasado dos horas, el helado que acabo de comprar se derrite con facilidad bajo este sol de mediodía. El equipo de Camila lleva dos partidos ganados en este torneo relámpago y ella aún no viene. Comienzo a creer que no vendrá, pero recuerdo que la última vez que platicamos me dijo que vendría a jugar con sus amigas, y un “tal vez nos encontramos allá por fin” cerró su amigable plática de siempre.

Comencé a sentirme realmente molesto y decepcionado con ella. Pese a que su idea de encontrarnos fue acompañada por un “tal vez”, para mí sí era una cita, NUESTRA CITA. Yo estaba cumpliendo, estaba ahí esperándola con tantas cosas por decir. Después de tantas noches de mensajes sugestivos esta era mi oportunidad para concretar algo por fin. La casualidad de encontrarnos era la situación ideal para comenzar algo con ella, algo más real que los emoticones baratos que no expresan bien mis sentimientos.

Era tanto mi enojo que no me di cuenta cuando Susana llegó a sentarse a mi lado. “¿Sabes algo de Camila?”, me preguntó sin saludarme. Moviendo la cabeza le respondí que no. “¿Viniste solo por ella, verdad?”, continuó el incómodo interrogatorio. Decidí no contestarle esta vez pues me pareció menos humillante que ella contestase la pregunta con la frase “el que calla otorga”. Después de mi silencio la vi observándome por unos cuantos segundos y, con un poco de entusiasmo mezclado con lástima, exclamó una idea que me vino como agua en el desierto: “Escríbele diciendo que me urge verla. Aprovecha y pregúntale por qué no ha venido… Ya me voy, espero te sirva mi excusa”. Le agradecí en el mismo instante mientras se alejaba.
Aunque tenía una excusa para iniciar la conversación, me sentía nervioso por escribirle. Continué poniéndome más nervioso al imaginar que ella contestaría “ya estoy llegando” o “estoy viéndote, tonto”. Rompí el hielo en el teclado de mi celular y escribí justo lo que Susana me había sugerido. Diez minutos después, cuando leí la respuesta de Camila, algo en mí también se rompió: “Dile a Su que lo siento. No pude llegar a jugar porque un muchacho por fin me invitó a salir.”.

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