Siempre lo supe. Siempre lo supiste. Siempre lo supimos. Que la existencia de nuestra atrayente compatibilidad destructiva algún día nos pasaría factura. Mis ganas de morir y tus ganas de que yo no viviera más allá de tu estancia. Mi imposibilidad de volar y tu infinita perseverancia para mantenerme atada a tierra. Fuiste mi voz callada, mis emociones asfixiantes, el pájaro que no veía más allá de la jaula. Era mi alma la que estaba pegada a tu dolor. Era tu misticismo lo que me empujaba a adorarte. No podía vivir porque tú no lo hacías conmigo. Tú ya habías muerto. Dejaste de existir como las ilusiones de tu alma de niña, una niña quizá perdida en un mundo de pedófilos obstáculos que absorbieron tus sueños. Éramos tan ideales para desgarrarnos diariamente. Nos sacábamos lo peor con el afán de ganar experiencia, de demostrarnos que podíamos sobrevivir estando juntas. Nuestro amor nos mojaba por dentro, como una lluvia torrencial que empuja dolores y frustración.

Solías disfrutar de las gotas saladas que brotaban de mis ojos. Te acercabas a besar los caminos blancos que se dibujaban sobre mi rostro. Era el agua que alimentaba tus campos egocéntricos y que nos hacían cosechar las decepciones que sembraste con semillas de reproches. Así eran nuestras praderas, dulces entornos de venganza y enojos.

Siempre he querido saber cómo sería enterrarte aunque aún estuvieses viva. Verte morir poco a poco. No sería fácil vivir sin ti, pero igual no hay vida cuando tú estás presente. Creo que podría animarme a utilizar mi rebeldía como el arma principal. Sería la punta de lanza que acabaría con tu existencia, la daga que atravesaría tu vivir.

Te recuerdo perfectamente cada minuto de mis días, he convivido mucho contigo. Pese a que siempre me pareciste aburrida y tediosa, me ayudaste cuando lo necesité. Siempre has estado a mi lado, No te consideré jamás como una amiga, pero siempre has sido una fiel compañera, leal y eficiente.

A ti te saludo, mi otra mitad. Esa parte de mi ser llena de rencores e inseguridades. Mi amiga soledad, mi compañera orgullosa, la resentida e impulsiva. La parte que alberga mis motivos de venganza contra la vida. Esa que recuerda cada error que las personas de mi mundo han cometido conmigo. La que controla cada paso que puedo avanzar en mi existencia. Tú me mantienes fuerte, tú me mantienes segura. Alejada de los riesgos, del amor y del perdón. Hay un dilema que corroe mis entrañas. Me has ayudado a conseguir tantas cosas, pero al mismo tiempo has sido la causa de la pérdida de muchas oportunidades. ¿Cómo no amarte? ¿Cómo no odiarte?

Sin embargo, hay días como hoy en los que me levanto con ganas de separarme de una gran parte de ti. No estoy segura de qué tipo de persona he sido todo este tiempo, ni estoy del todo convencida de lo que quiero ser de ahora en adelante, pero lo que sí tengo claro es que tus caminos me alejan de las personas que me importan. ¿Tú tienes madre, compañera mía? ¿La tienes? Deja de alejarme de la mía, que es doloroso que ella esté muriendo en mi corazón sin ni siquiera haber partido de este mundo. ¿Sueno cruel con este comentario? La respuesta en verdad es que sueno real, más real que los abrazos de mi madre. Triste, violento, cierto.

¿Puede ser este el día de mi ansiada conversión? No lo sé, pero espero que sea el comienzo. Increíble como una frase, una pelea, un comentario hiriente puede volcar tanto dentro de ti. Ya no sé si las letras surgen con coherencia, ya no sé si las palabras expresan lo correcto. La lluvia cae sobre el techo y “Free bird” de Lynyrd Skynyrd acompaña lo que algunas personas llaman catarsis, yo en cambio lo titulo vía de escape…

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