“Hola, querida. Te cité acá porque no aguantaba más por saber de vos. No aguantaba por verte a los ojos de nuevo, escuchar de tu propia voz que todo anda bien. Habían pasado tantos días sin tu presencia, sin olfatear tu dulce olor, sin tocar tus manos tibias al saludarte. Había pasado tanto desde que no me sentía tan nervioso como hoy. Por el momento no tienes que responder nada, sólo quiero escuches cada palabra que huye de mi boca, para buscar refugio en tu conciencia.

Creo que debo empezar por el principio ¿sabes realmente quién soy en tu vida? ¿No? Lo imaginé. Creo que empezaré por eso. Tú no lo sabes, pero soy esa persona que siempre te mira desde lejos mientras caminas por el mundo que te pertenece por completo. Soy esa persona que también compra comida en la caseta de la esquina, a las 12:15 todos los días, hora en que tú también lo haces. Soy ese chico que vive pendiente de ti aunque no lo notes. El que pregunta disimuladamente por ti a tus amigos, el que saca información de tus gustos a través de viejos trucos de “conversaciones casuales” con tus más cercanos. Soy ese que vela por tu bienestar desde el anonimato.

Puede que no me conozcas del todo, pero yo sí. Sé cuán frágil es tu corazón y cuánto te lo lastimó recientemente ese patán, ese amor fallido. Te vi llorar con tus amigas en sus salidas, te vi maldecir a quien ahora ocupa tu lugar. Sé que ese chico era tu mundo y que ahora saliste de tu burbuja al mundo real. Sé muchas cosas de ti, pero en este momento sólo me interesa que me escuches y sepas más de mí.

Soy una persona normal, pero que se enamoró de ti. No sé ni cómo, ni cuándo, sólo sé que pasó. Adoro tu hermoso cabello castaño contoneándose con estilo cuando tu belleza camina, adoro esa sonrisa nerviosa que tienes cuando sin querer tropiezas, la forma en que tratas de disimularlo y como finalmente no te importa. Me gusta tu forma de saludarme por las mañanas, y como te despides de mí por las noches. Tú no le das tanta importancia porque simplemente soy “alguien más” en tu vida, pero tú eres “ese alguien” en la mía.

Es increíble cuánto puede llegar a importarte una persona. El hecho de que las simples cosas que haces sin querer hagan estragos en mi interior no deja de desconcertarme por completo. No aguantaba las ganas de mirarte a los ojos, decirte con los míos cuán feliz me hace observarte frente a mí.

Eres esa persona que me hace sonreír como un idiota, ¿lo miras ahora? No puedo dejar de hacerlo y tampoco quiero. Pocas personas en el mundo generan esto en otras; pocas personas en mi vida lo han generado en mí. En mi mente siempre flotan imágenes que tienen que ver contigo, pensamientos que sólo escriben lo que siento por ti. Ya no duermo con la regularidad de antes, ya no me concentro con la habilidad de siempre. Has tornado mi mundo en el sueño de estar junto a ti.

Nunca había sido tan cursi con mi sentir, pero ahora ya no importa nada. He encontrado el momento perfecto para decirlo todo frente a ti. Y no me importa lo que pienses al respecto. Si te parezco un imbécil acosador o un caballero enamorado ya no es mi problema. Lo único que deseaba con toda el alma era decirte esto. ..”

***

Después de su desahogo, Leonardo dio un paso hacia adelante y miró con repulsión a los ojos que tenía frente a él. No podía perdonarse el hecho de haber perdido el tiempo con tanta “palabrería barata”. Un arrebato de ira le arremetió por dentro y no pudo evitar soltar un puñetazo contra la figura que en silencio seguía con él. Una gota roja corrió por su puño anunciando la herida que propició el golpe. No lo podía creer, seguía confirmándose a sí mismo que siempre fue un maldito cobarde y que lo seguiría siendo. Después de ese momento increíble de confesión, sólo quedaron Leonardo, su cobardía y ese espejo roto que nunca dirá nada de lo que escuchó…

Leave a Reply