Todos los días escucho de los más hipócritas rufianes, la estúpida y desgastada frase “los jóvenes son el futuro de nuestro mundo…”. Salimos a la luz en campañas electorales, estrategias propagandistas para eventos masivos, pero siempre, en cada remota ocasión que sucede, solamente son tomados en cuenta los modelos de jóvenes perfectos. Aquellos jóvenes que siempre tuvieron todo, los que tienen ideales superficiales, los que siguen las reglas impuestas por la rutina, los que viven por costumbre, los que normalmente ven esta mecanizada vida como si fuera buena y generosa.

¡Yo soy diferente! y lo digo con mucho orgullo. Ser diferente no es malo, la verdadera maldad se produce cuando juzgamos la diferencia. ¡Ha llegado la hora de expresar mis sentimientos, hoy yo mismo me libero de mi encierro emocional!

Toda mi vida he odiado ciertas cosas de mi existencia, no me considero malo por eso, lo digo abiertamente porque no soporto la idea de ser sometido a la esclavitud de ideas.

Hoy la gente condena sin piedad a las personas que desconocen algunas cosas. La gente “intelectual” maneja nuestro mercado. Si no alardeas de ser un genio no perteneces a esta era, si no lees el periódico en medio de una plaza y le demuestras a los demás lo actualizado que estás en esta globalizada sociedad no eres nadie. Si no presumes del avance que has hecho en la web, el nuevo curso en línea que tomaste, ¡si no tienes un doctorado no consigues trabajo en nada! Por eso aborrezco éste término ¿Intelectualidad? ¡Por favor! ¡Eso se llama egocentrismo disfrazado!

Ahora otro “mágico” término: Maternidad ¿En realidad existe? Jamás lo conocí de parte de mi madre. Y digo “conocí” aunque todavía viva conmigo, pues para mí moría cada día que la veía ignorar mis ideas, brindarme un saludo forzado. Ella vive para su marido. Desde que mi padre nos dejó tiene la desesperada idea de recobrar “el balance familiar” al lado de su actual pareja. Por él ha sido capaz de descuidar sus propios sueños, dejar mi vida a un lado y recordarme cada maldito día de mi vida que soy la causa de sus tristezas, el único problema que la ata al recuerdo de un mal amor. Mi madre no me ha amado nunca, ¿cómo podría amar a la persona que le recuerda tanto a la persona que odia?

Luego pienso en mi alrededor, gran parte de mi mundo disfruta de una vida estable. Dicen ser felices, y no pierden oportunidad para alardear de ello con sus “amigos”. Caminan por las calles agradecidos con la vida por ser tan maravillosa y cuando ven un indigente pasan a su lado tratando de evadir su mirada, sintiéndose miserables por dentro, pero luego de diez pasos olvidan esa experiencia y vuelven a sus vidas.

La gente no ve el gran privilegio de tener un hogar, se sienten afortunados cuando ascienden de puesto, cuando ganan una rifa, cuando compran un auto… aman el dinero, estar socialmente muy por encima de los demás. He conocido casos de jóvenes que van a la iglesia en busca de amores, que hablan con Dios cuando su pareja los ha dejado tirados, que usan a Dios como una marca publicitaria un imán que atrae atención social. Me repugna la gente de pensamientos superfluos. Debemos entender todos que la superficialidad solamente nos lleva a no darle la importancia necesaria a las cosas que sí valen, por prestar atención a cosas estúpidas que no nos llevan a nada más que la codicia y la envidia entre nosotros.

Hay tres cosas que considero que no existen o que son confundidas con otros términos de la vida. El primero es la inocencia. Siempre asocié esa palabra con la ignorancia. Constantemente escucho a personas hablando de haber sido engañadas, de haber sido utilizadas por alguien más. Cada quien es dueño de sus actos y podría decir claramente, cada quien es culpable de las estupideces que comete.

La segunda cosa que a mi parecer no existe son los dones, pues lo que si existe es la experiencia. Yo confió en los consejos de alguien vivido, no de alguien que cree haber nacido con una inteligencia sobrehumana. El conocimiento no es una herencia, no es algo que se trae en los genes. El conocimiento es algo que se construye, que se gana con el deseo y la motivación de aprender para luego enseñar. No vale la pena creerse sabio si no se cuenta con humildad y con las ganas de transmitir el saber a los demás. Es por eso que me molesta la gente intelectualmente ególatra. Esas personas que creen que los demás no podrían llegar a alcanzar un conocimiento supremo o igual al de ellos.

Y la última cosa que según mi criterio el ser humano inventó fue la pureza. La pureza, según su definición, es algo libre y exento de la mezcla de otra cosa. La gente cree en el bien y el mal, y considera que la pureza se encuentra en la gente buena. ¡Jamás creí en esta “verdad”! Mi modo de percibir la vida me dice que todos tenemos un poco del bien y un poco del mal, solamente es cuestión de nosotros hacer que uno de los dos domine al otro. Recuerdo una historia que leí que apoyaba esta teoría:

"Un día estaban dos nietos con su abuelo. De repente este se quedó en silencio y pensativo.
—¿Qué te pasa, abuelo? –le dijo uno de sus nietos.
—Siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón –contestó el anciano-. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. Está lleno de orgullo, de resentimientos, de mentiras, de maldad y temor. El otro lobo está lleno de amor y compasión. Es un lobo alegre, humilde, generoso y pacífico.
—Abuelo, dime –interrumpió el otro nieto-, ¿Cuál de los dos lobos crees que ganará la pelea en tu corazón?
Y el abuelo contestó sonriendo:
— Aquel que yo alimente."

Es por eso que no creo en la pureza de un ser humano. Todos tenemos opciones en la vida. Dios nos creó con libre albedrío. Por eso Adán y Eva pecaron en el Edén, por eso Caín mató a Abel. Dios no creó el bien ni el mal, éstos se crearon por las decisiones que el hombre tomó en la historia.


*Fragmento

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