Miguel sintió que su conciencia se estaba haciendo presente. Le parecía estúpida la forma en que esta quería intimidarlo y es por el simple motivo de que siempre había carecido de sentimientos de culpabilidad hasta esa noche.
Jugaba con el cabello de Raquel ese mismo día por la tarde. Gozaba sentir la presencia de ese cálido ser femenino. La manera en que ella le profesaba su amor puro le conmovía de tal forma que parecía como si ella llenase su vida por completo; pero no era así, Marisol ocupaba también parte de su tiempo. Ella le ofrecía la salida a lo monótono, un cambio a la rutina.
Tenía el tiempo medido, estaba equitativamente distribuido entre "sus dos amores". A veces más, a veces menos a alguna, pero bastante equilibrado la mayoría de momentos. Miguel "amaba" a ambas, las dos se complementaban hasta complacer cada una de sus propias exigencias masculinas. "¿Qué había de mal en querer a dos polos opuestos? Después de todo el amor se trata de compartir cariño con el prójimo" Él tenía mucho amor para dar.
Pero esa noche se sentía vacío por alguna extraña razón. Cuán dificil es llenar a veces la soledad aun cuando estás rodeado de muchos. Había una soledad que Miguel no lograba esfumar: la de su espíritu indeciso. Aquella soledad que hacía que su vida se convirtiera en una mueca aparentando felicidad.
El mal humor invadió su habitación, las ventanas daban paso al viento frío que congelaba aún más a su alma a punto de desquiciarse. Su dilema era simple pero muy complicado a la vez. Una mentira que lo hacía "feliz" a costa de una verdad que haría infelices a dos inocentes cuando se revelara. No podía escoger entre dos de sus delirios.
Mantuvo su vista fija en el cielo falso de su cuarto. Los instantes que vagaba ido en su imaginación lo hacían levitar en una espontánea estabilidad, pero cuando despertaba de su trance su ansiedad incrementaba.
Esa noche por fin tomó su decisión... Días después dos rostros alegres convivían juntos, mientras Miguel amargamente aprendía su lección en la lejanía.
Jugaba con el cabello de Raquel ese mismo día por la tarde. Gozaba sentir la presencia de ese cálido ser femenino. La manera en que ella le profesaba su amor puro le conmovía de tal forma que parecía como si ella llenase su vida por completo; pero no era así, Marisol ocupaba también parte de su tiempo. Ella le ofrecía la salida a lo monótono, un cambio a la rutina.
Tenía el tiempo medido, estaba equitativamente distribuido entre "sus dos amores". A veces más, a veces menos a alguna, pero bastante equilibrado la mayoría de momentos. Miguel "amaba" a ambas, las dos se complementaban hasta complacer cada una de sus propias exigencias masculinas. "¿Qué había de mal en querer a dos polos opuestos? Después de todo el amor se trata de compartir cariño con el prójimo" Él tenía mucho amor para dar.
Pero esa noche se sentía vacío por alguna extraña razón. Cuán dificil es llenar a veces la soledad aun cuando estás rodeado de muchos. Había una soledad que Miguel no lograba esfumar: la de su espíritu indeciso. Aquella soledad que hacía que su vida se convirtiera en una mueca aparentando felicidad.
El mal humor invadió su habitación, las ventanas daban paso al viento frío que congelaba aún más a su alma a punto de desquiciarse. Su dilema era simple pero muy complicado a la vez. Una mentira que lo hacía "feliz" a costa de una verdad que haría infelices a dos inocentes cuando se revelara. No podía escoger entre dos de sus delirios.
Mantuvo su vista fija en el cielo falso de su cuarto. Los instantes que vagaba ido en su imaginación lo hacían levitar en una espontánea estabilidad, pero cuando despertaba de su trance su ansiedad incrementaba.
Esa noche por fin tomó su decisión... Días después dos rostros alegres convivían juntos, mientras Miguel amargamente aprendía su lección en la lejanía.